"Escucha Hermano, Hermana"

03.06.2013 11:44

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Etiqueta 34

Como podemos percibir a través de lo escrito anteriormente, la parte de nuestro ser a la que deberíamos de darle más importancia es a nuestro espíritu, al cual no le hemos dejado manifestarse en la forma adecuada y correcta, porque como ya vimos también en páginas anteriores, vivimos intensamente en este mundo material con el cual nos identificamos casi por completo, y eso precisamente es lo que busca y desafortunadamente encuentra en el ser humano, la fuerza obscura, negativa, en la cual nos dejamos sumergir desde que Adán y Eva fueron tentados para liberar su libre albedrío, y que ésta fuerza aprovechó para sujetarnos y encadenarnos por medio de él, a la Mente de su oscuro Poder Negativo, Poder al que es muy difícil de renunciar porque es el que prevalece en este mundo material que domina nuestras emociones y sentimientos humanos, permitiéndonos hacer lo que queramos sin importar mucho si es correcto o no, sintiéndonos fuertemente protegidos por esa facultad que Dios nos otorgó; El libre albedrío; sólo que a éste no le hemos dado la función correcta para la cual nos fue otorgada, pues en lugar de dirigirla a recuperar lo perdido, o sea recuperar nuestro condición espiritual original, nos damos a la tarea de cerrar cualquier acceso a ese conocimiento para no sujetarnos a la Voluntad del Creador, porque esa sujeción no le conviene al amo de este mundo, porque si la aceptamos, nos serán quitadas esas vendas mágicas, gruesas y oscuras que nos tienen en las tinieblas. Pero cuando entendamos, comprendamos, y aceptemos la Voluntad de Dios en nosotros, solo entonces veremos la luz y conoceremos la verdad, y esa verdad nos hará libres, libres de toda atadura con la que nos ha tenido cautivos el tentador, libres, para que disfrutemos como Dios quiere este mundo que habitamos, reconociendo que El es el único Creador y Dueño de todo, incluyendo por supuesto al ser trinito que nos cobija, y al convertirnos en sus obedientes hijos pasamos por herencia a ser dueños de todo lo suyo.
Para seguir adelante con lo que estamos viendo a través de estos escritos, deberemos sin pensarlo mucho, reflexionar detenidamente en todos y cada uno de los puntos del presente escrito, teniendo en consideración que el reflexionar el tiempo adecuado en cada uno de ellos, nos dará una visión más clara y más amplia de todo lo que estamos conociendo, y que nos irá preparando para el verdadero cambio en nosotros, ya que si a través de esta lectura y reflexión de la misma, llegamos a la conclusión de que al reflexionar y meditar profundamente en el Nuevo Testamento tendremos la seguridad de realizarnos en lo personal como lo deseamos, entonces, sigamos adelante.
Este no es un curso de religión, no se confunda, porque no se trata de sujetarnos a la voluntad de hombre sino de sujetarnos a la verdadera voluntad de Dios a través del estudio, reflexión y meditación de la Palabra de Jesús para guardarla y enseñarla a cumplir con fidelidad como mandato de Dios. Palabras duras y tajantes y por lo mismo muy difíciles de aceptar porque van en contra de lo tradicional y establecido, pero si real y verdaderamente queremos encontrar el motivo fundamental de nuestra existencia, reflexionemos sobre ello, y reflexionemos nuevamente en todo lo anterior a cada paso que avancemos.
Recordemos que el motivo de reflexionar en todo, absolutamente en todo lo referente a este estudio, es el de ir limpiándonos lo mejor posible de todo lo tradicional, recordando por última vez todo lo que hemos vivido en esa forma, de todas las ofensas y humillaciones que recibimos de cualquier persona en lo familiar, en lo amistoso, en el trabajo, en lo social o en lo religioso, de cualquier conocido o desconocido, y soltando perdón para todos ellos en forma honesta y sincera.
Recordemos también todo lo que nosotros hemos ofendido a nuestros semejantes de palabra, obra y omisión, arrepintiéndonos sinceramente pidiéndole perdón a Dios, y de ser posible, personalmente a quién hayamos ofendido, pidiéndolo en una forma humilde, sencilla, honesta y sincera, elevando una oración al Padre en el Nombre de Jesús en la unidad del Espíritu Santo en agradecimiento por habernos limpiado de toda esa basura.
También recordemos por última vez con ese dolor tradicional, nuestras tristezas, nuestras aflicciones, nuestros problemas, y todo aquello que de alguna manera nos afectó y nos sigue afectando en lo sentimental, en lo emocional, en lo físico y por supuesto en lo material, todo, por habernos creído autosuficientes y que por esa razón hemos tenido que aguantar y soportar todo lo anterior con nuestras propias fuerzas, energías ó poderes, los cuales por razón lógica son limitados, pues ningún hombre con la fortaleza de un roble o por muchos conocimientos que tenga, sabe hasta cuando o hasta donde llegarán, pero que gracias a Dios, a través de la Palabra de Jesús, iremos descubriendo poco a poco lo que necesitamos saber para vivir siendo consolados y levantados con las fuerzas infinitas de Dios.
Si nos esforzamos por estudiar reflexionar y meditar profundamente la Palabra de Jesús para recibir su discernimiento en su esencia espiritual, estaremos haciendo morir al hombre viejo tradicional de nuestro ser, y estaremos resucitando al hombre nuevo en su condición espiritual en su verdadera imagen y semejanza con Dios en su trinidad perfecta.
La herencia que ha recibido el hombre por el hombre tradicional y materialista amparado por su libre albedrío, le hace creer que todo lo que le pasa, positivo o negativo, es la voluntad de Dios, pero la realidad, es que el hombre ha sido confundido y a sido motivado a creer lo anterior debido a la ignorancia en el conocimiento de la verdadera voluntad de Dios a través de Jesucristo, conocimiento que alcanzaremos al meditar profundamente su Palabra.
Si en verdad queremos renunciar a esa herencia que hemos recibido del hombre y volver a nuestro origen espiritual, deberemos de sacudir, rechazar y cortar de nuestro ser todo lo que nos ate a ella, es decir, quitar de todos nosotros eso a lo que le hemos dado el primer lugar en nuestras vidas, es decir, a nuestras ambiciones, nuestras preocupaciones, angustias, problemas, pensamientos, acciones y actitudes negativas, a nuestros conocimientos tradicionales y a nuestra forma muy personal de ver y sentir las cosas, a nuestras necesidades, a nuestros sentimientos y emociones, en fin, a todas esas formas de manifestar lo que nos pasa y que han dominado nuestra vida, y que nos han distraído constantemente para no encontrar el camino recto que nos lleve a sentir y disfrutar conscientemente del amor pleno de Dios. Por lo que si verdaderamente queremos y estamos dispuestos a dejar todas esas tradiciones atrás para aceptar la Voluntad de Dios a través de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo, estaremos haciendo renacer al ser humano espiritual, al verdadero ser humano en el orden, imagen y semejanza con Dios, es decir: espíritu, alma, y cuerpo.

 

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