"Escucha Hermano, Hermana"

03.06.2013 11:27

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Etiqueta 32

Así, que sería prudente y prestarle atención a la invitación hecha a través de estas reflexiones para reflexionar y meditar profundamente en el Nuevo Testamento, ya que al aceptarla y perseverando en la oración, podremos conocer, cada uno en forma personal, el motivo y el significado real de nuestra existencia.
Pues bien, después de recordar o de conocer lo anterior, recordemos también confirmar que tenemos algo precioso, sumamente especial e insustituible que Dios nos otorgó para cultivar las funciones físicas, mentales, materiales y espirituales; y esto es, nuestro Jardín del alma o cerebro humano.
Tenemos que reconocer, entender y aceptar en la forma correcta, que debemos cultivar este jardín del alma con las herramientas con que Dios nos proveyó, para que además de cultivarlo para efectuar las funciones físicas, materiales y naturales del hombre, cultivemos correctamente la semilla de la fe de Dios en nuestro Señor Jesucristo, para efectuar todas y cada una de las funciones de altura para las que originalmente fueron preparados los surcos cerebrales en el Jardín del alma.
Cuando comencemos a cultivar la semilla de la fe de Dios regándola y abonándola con amor a través de la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo, estaremos recuperando esas funciones de altura porque nuestra mente estará siendo cautivada por la Mente de Dios, y nuestro ser empezará a ser dirigido hacia su condición espiritual para ser restablecido el orden y propósito de Dios en nosotros, porque cuando nos interesemos en leer, estudiar y meditar la Palabra de Jesús, iremos siendo convencidos de despojarnos de toda la ignorancia que padecemos en el conocimiento espiritual, ignorancia que hemos heredado al seguir con las tradiciones de hombre; pero, al decidirnos a sacudir de nosotros toda esa cruel herencia de ignorancia espiritual, nos iremos acercando paulatinamente a conocer el verdadero motivo fundamental de nuestra existencia.
Para conocer la forma para entrar al conocimiento de cómo preparar adecuadamente nuestro jardín del alma para realizarnos plenamente en el Reino de Dios en abundancia en este mundo y acceder a la vida eterna en el mundo venidero, surgen las siguientes preguntas:
¿En donde se encuentran las herramientas y los nutrientes necesarios para cultivar adecuadamente en nuestro jardín del alma la semilla de la fe espiritual que Dios depositó en la mente de cada uno?
¿Cómo entrar a esa fuente de provisión?
¿Quién la recibe y a quien es transmitida?
¿Cuál es el camino y el medio que se sigue para que esto ocurra?
La respuesta a estas y muchas preguntas más serán descubiertas si empezamos por abrir nuestra Biblia y nuestra mente espiritual o mirada interior y rendimos nuestra voluntad a la voluntad de Dios para que ésta sea en nosotros y recibir y discernir, que no a razonar, todo el conocimiento que Dios reserva a todos aquellos que rinden a él su libre albedrío para hacer suya la Voluntad de Dios.
Veamos la primera pregunta:
¿En dónde se encuentran las herramientas y nutrientes necesarios para cultivar adecuadamente en nuestro jardín del alma la semilla de la fe espiritual que Dios depositó en la mente del hombre
Es indiscutible que existen en el ambiente que nos rodea y que nos envuelve por completo, diversas energías de las cuales conocemos su origen y su función como la electricidad, las ondas sonoras, magnéticas, etc.
También sabemos que hay otras energías, fuerzas o poderes como la clarividencia (ver lo que otros por más que quieran no verán), y la clariaudiencia (oír lo que otros por más que quieran no oirán), y aunque creemos que existen por la Palabra de Dios, desconocemos cómo o por qué funcionan a ciencia cierta.
También sabemos que todos tenemos podemos llegar a tener poderes mentales o energías que pueden obrar verdaderos milagros en uno mismo o en otras personas restaurando o sanando dolencias o enfermedades restituyendo la salud física y mental.
Otras veces se han presentado soluciones a determinados problemas de cualquier tipo que nos habían robado la paz y la tranquilidad, en formas que podríamos llamar milagrosas.
Todo lo anterior nos está haciendo saber que no estamos de ninguna manera solos en este mundo, más sin embargo, muchas veces estas bellas experiencias fuera de lo común que algunos han experimentado, normalmente el hombre las ha atribuido, según sus tradiciones o su religión, a varias deidades espirituales, mismas que acomoda a su muy particular forma de creer en estas maravillas, ejerciendo sobre sus semejantes cierta fascinación que los anima a pensar como él piensa y a creer como él cree.
Pero todo esto no es más que el acomodo de los valores espirituales a nuestros valores naturales; más sin embargo, esto es algo que Dios permite para abrir un pequeño acceso a la puerta espiritual por donde se pueden recibir ciertas energías, fuerzas o poderes que no alcanzamos a entender la inmensa mayoría de los seres humanos, pero que de alguna manera sabemos que existen porque por ellas gozamos actualmente de todos los adelantos en todas las áreas de la tecnología, ciencia, artes, medicina, deportes, etc. y de los que gradualmente iremos disfrutando, sin ocultar o dejar a un lado, que los mismos descubrimientos que deberían ser aplicados para beneficio y comodidad del hombre, han causado tristeza, miseria y sufrimiento a millones de seres humanos, ya que las personas que se han adueñado de esos conocimientos que adquirieron seres humanos excepcionales que se introdujeron en ese mundo espiritual del conocimiento total, aún sin ellos estar conscientes de eso, los han usado, y los siguen usando en las formas tradicionales del hombre, porque esas personas viven sumidas casi por completo en este mundo material que corrompe la mente y el cuerpo, limitándolos al verdadero conocimiento de los valores espirituales positivos, valores desconocidos en gran manera por la mayoría de la humanidad que hace que le demos gusto al cuerpo en todo lo físico y material, es decir, riquezas, status social, posesiones materiales, vicios, reconocimientos, etc., y todo lo que nos ofrece esta ignorancia tradicional de los auténticos valores espirituales positivos, sin importar demasiado a quién se perjudique de cualquier forma y manera para alcanzar esos objetivos tradicionales y materiales.

 

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