"Escucha Hermano, Hermana"

02.06.2013 23:54

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Etiqueta 30

Así pues, decidámonos a preparar nuestro cerebro limpiando nuestra mente de toda maleza, de toda basura, de toda contaminación, es decir: de todo aquel conocimiento tradicionalmente materialista en el que actualmente nos desenvolvemos, que hace que adaptemos la Palabra de Dios a las formas y pensamientos del hombre, para que empecemos a desarrollar en el sentido y las direcciones correctas todo el potencial espiritual almacenado nosotros y en el entorno nuestro, y que, dependiendo de la constancia y disciplina que pongamos en la preparación que requiere nuestro jardín en el alma, iremos descubriendo poco a poco las grandes maravillas espirituales, físicas y materiales de las que podremos disfrutar en el amor, en el consuelo, en la sanidad física y mental, en la prosperidad espiritual y material, en el gozo, en la paz, en la paciencia, en la templanza, y sobre todo en el Amor y en la fe de Dios aumentada cada vez más en nosotros, ya que la iremos fortaleciendo al saber que de verdad podremos tener y lograr todo lo positivo que queramos conociendo y aplicando su Palabra en el tiempo y en el orden debido, sabiendo que poco a poco todos los dones y el Fruto y el Espíritu nos serán proporcionados por el Padre a través de Jesucristo su Hijo, en unidad con el Espíritu Santo. Así que, pues, decidámonos a cultivar y hacer crecer la fe de Jesús para que podamos injertarnos en él, permitiendo que nuestro cerebro sea cultivado en los pensamientos de Dios a través de nuestra mente espiritual unida a él, y no cultivado con los pensamientos tradicionales de hombre.
La misión de este escrito, es el de informarnos en dónde podemos acceder al camino que nos conduzca hacia el encuentro de esa realización plena que tanto anhelamos todos como seres humanos, ya que en el azaroso andar en nuestra existencia, nos hemos dejado manipular para aceptar conceptos que creemos y que sentimos como verdaderos sin que realmente lo sean, puesto que los beneficios obtenidos de ellos, si es que hemos creído haber recibido alguno, han sido muy diferentes a lo esperado, ya que en lugar de proporcionarnos tranquilidad y gozo, lo que hemos obtenido, posiblemente ha sido lo contrario.
¿Ha pensado usted en ello?
No se perderá nada con poner en práctica la invitación hecha a través de este estudio, al contrario, puede darnos a usted, a mí, o a cualquier otra persona, una visión diferente de lo que actualmente conocemos, y que, al aceptar esta invitación, podría redituarnos muchos beneficios personales que nos pondrían en el umbral del camino verdadero según el Nuevo Testamento y obtener todos los beneficios, tanto espirituales como materiales a los que como seres humanos hechos a imagen y semejanza de Dios tenemos derecho; pero, para que así sea, deberemos actuar en el tiempo y en el orden correcto que Dios nos manifiesta para que podamos cumplir con su propósito en nosotros y así disfrutar plenamente nuestras vidas en el Reino de Dios aquí en la tierra y podamos vivir con plenitud nuestras propias y maravillosas experiencias cobijados siempre bajo el Poder de Dios en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Teniendo como base todo lo leído anteriormente, deberemos reconocer que hemos estado siendo compartidos y alimentados del dulce Fruto del Espíritu que ya están produciendo muchos ministros de todas las denominaciones y comunidades cristianas, servidores que ya se están injertando en la vid verdadera que es Jesucristo Nuestro Señor y se están convirtiendo en pámpanos para producir el fruto espiritual del amor, de la fe, de la fortaleza, de la paz, de la bondad, de la benignidad, de la templanza, de la tranquilidad, de la mansedumbre, es decir, de todo el Fruto del Espíritu y del espíritu de valentía y de dominio propio para reconocerse en verdad como un ser trinito hecho a imagen y semejanza de Dios.
Después de haber probado de ese exquisito y dulce fruto que Jesús nos comparte como sus pámpanos, deberíamos de esforzarnos para dejar de recibir como en sueños, por comodidad y conveniencia, ese fruto a través de esos ministros y convertirnos nosotros en productores de ese Fruto del Espíritu por medio de injertarnos en Jesucristo Nuestro Señor a través del estudio, reflexión y la meditación profunda de su Palabra, para conocer y recibir el discernimiento espiritual de ella guiados por los pensamientos de Dios y también podamos compartir ese fruto espiritual con quién así lo desee, e invitarlo para injertarse en la vid verdadera que en Jesús es y también empiece a producir y compartir, invitando a los demás a hacer lo mismo.
Cultivemos en ese jardín espiritual del alma la semilla de la fe de Dios a través de la reflexión y meditación de la Palabra de Jesús, con amor, decisión y valentía para recuperar nuestra verdadera identidad en Dios.
Ese jardín se encuentra en nuestro cerebro.

 

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